Los
estados de ánimo pueden cambiar a la velocidad de la luz, si además incluimos
la palabra maratón, dicha velocidad se multiplica por mil en cuestión de
segundos. De la euforia con la que terminé la media maratón de Fuencarral, el
pasado Domingo, he pasado a la más profunda de las frustraciones. El motivo un
dolor en el gemelo que aunque no me impide del todo correr, no me deja hacerlo
tal y como hasta ahora. Sé que a medida que se aproxima la cita con los 42
kilómetros las molestias y dolores van haciendo aparición uno tras otro, esto
es así, siempre sucede. También sé que el 95 por ciento de esas dolencias
desaparecen en el instante que da comienzo el maratón.
En
esta ocasión tengo algo más que dudas… En las tres salidas de esta semana y a
partir de la media hora de rodaje, ha aparecido un dolor en la parte baja del
gemelo, exactamente en el sóleo, un dolor que con el paso de los kilómetros se
intensifica. Al parar, la zona queda dolorida y continúa así durante un par de
días….
Como
estamos de tapering, decidí regalarle a las piernas un masaje de descarga y
descansar dos días seguidos, lunes y martes, el miércoles una salida por
sensaciones y a ver qué pasa: 2km a 5:20, 3Km a 4:30 y 2Km a 5:30, primera toma
de contacto con el dolor, alguna que otra alarma encendida, pero sin darle
demasiada importancia, aún así decido abortar el entrenamiento y dar por buenos
los 8 kilómetros, hielo, crema, masaje y a esperar acontecimientos.
El
jueves como no podía ser de otra manera más descanso, el dolor ha desaparecido
casi totalmente. El viernes volvemos a la carga: 5 x (1km a 5:30 + 1Km a 4:20)…
Más
de lo mismo, de nuevo el dolor y nuevo entrenamiento frustrado, me quedo en el
kilómetro ocho. Los fantasmas del pasado me visitan y lo hacen cargados de
desilusión, muchas dudas y toneladas frustración.