Cuarenta segundos no son nada, es menos de lo que se tarda en colocar un dorsal, es el tiempo aproximado que se emplea en abrocharse un par de zapatillas, cuarenta segundos son un suspiro y a la vez toda una eternidad. Cuarenta segundos son los que hoy han impedido que consiguiera mi primer trofeo, que subiera al pódium, ese lugar reservado para los mejores, para los más fuertes, para los más rápidos.
A pesar de la satisfacción por rebajar más de tres minutos mi marca con respecto a la edición anterior, y sobre todo por haber dado el ciento veinte por cien de mis posibilidades, la carrera me ha dejado un cierto sabor agridulce. Con una pequeña frustración por haber estado tan relativamente cerca de un triunfo, aunque éste fuera parcial y con esa sensación de: casi lo consigo. Todavía no he saboreado las mieles del triunfo, de hecho no las he visto “ni de lejos”, pero en esta ocasión, me he acercado tanto, que he podido percibir su fantástico aroma.......